INTRODUCCIÓN
En el presente trabajo, se revisará el concepto de enfermedad ácido péptica, la importancia y mecanismo de acción de los inhibidores de bomba de protones (IBP), la evidencia sobre sus efectos adversos graves o temidos y finalmente el diagnóstico y manejo de dos entidades altamente prevalentes en la población mundial como son la enfermedad por reflujo gastroesofágico y la infección por Helicobacter Pylori (H. Pylori).
ENFERMEDAD ÁCIDO PÉPTICA
La “enfermedad ácido péptica”, es una expresión utilizada para referirse a las entidades cuya patogénesis está relacionada fundamentalmente con un imbalance entre los mecanismos de defensa del esófago, el estómago y el duodeno, versus “el ácido y la pepsina” (1).
De esta manera, “enfermedad ácido péptica”, no es una designación específica para una entidad única, sino que es una “sombrilla” que cobija diferentes enfermedades.
Los inhibidores de bomba de protones (IBP) representan uno de los avances más importantes de la farmacología en las últimas décadas fundamentalmente por haber contribuido a disminuir notablemente las hospitalizaciones y mortalidad por complicaciones del tracto digestivo superior y son los medicamentos de elección para el tratamiento de las enfermedades ácido pépticas (1). Sin estos medicamentos, los pacientes con ERGE tendrían mayor deterioro de la calidad de vida.
Estos medicamentos son los más prescritos en gastroenterología y están entre los cinco más vendidos en Estados Unidos (USA) (2). En ese país, las ventas anuales superan 7000 millones de dólares y a nivel mundial 13 mil millones, sin incluir las ventas libres sin prescripción médica (3,4). El omeprazol fue el primer IBP desarrollado (1985) y está en la lista de medicamentos esenciales de la OMS (5).
Efecto de inhibidores de bomba de protones.
Los IBPs son medicamentos potentes y altamente selectivos de la enzima H+-K+-adenosintrifosfatasa (ATPasa), localizada en la célula parietal del estómago (6). Esta enzima cataliza el paso final en la secreción de ácido clorhídrico en respuesta a estímulos neurocrinos, paracrinos y endocrinos (7). Estos, estimulan sus respectivos receptores localizados en la membrana basolateral de la célula parietal y responden a la estimulación de la acetilcolina, histamina y la gastrina (8). La gastrina es un potente activador de las células enterocromafines que liberan histamina, la cual, activa el receptor localizado en la superficie basolateral de la célula parietal (9). El paso final en la secreción de ácido gástrico es la activación de la enzima H+, K+ ATPasa, comúnmente referida como la bomba de protones (10). La bomba de protones intercambia los iones de hidrógeno intracelulares por iones de potasio luminales para mantener así la electroneutralidad intracelular (11). La estimulación de la enzima H+, K+ ATPasa es la vía final común para la secreción ácida (12).
Los antagonistas de los receptores de histamina tan solo bloquean uno de los primeros pasos de la secreción ácida (14), esto explica su ineficacia en lograr aumentar el pH intragástrico en los niveles requeridos (15). Por el contrario, los IBPs bloquean la vía final común (16), se unen covalentemente a las bombas de protones activas en las células parietales, evitando la secreción de ácido y por tanto elevando el pH intragástrico (17). De esta manera se inhibe la retroalimentación negativa mediada por la somatostatina en la liberación de gastrina por las células G antrales (CG), lo que conduce a hipergastrinemia (18). La gastrina ejerce un efecto trófico sobre la mucosa del estómago, causando hiperplasia de células enterocromafines (CEC-L) (19). Los alimentos estimulan la secreción ácida, activando el 80% de las células parietales, por lo cual, los IBPs idealmente deben administrarse 30 minutos antes de las comidas (20). Las bombas son resintetizadas en 36-90 horas (20).
Los IBPs son prodrogas, tienen cubierta entérica que se degrada y libera el medicamento en la segunda porción del duodeno, de ahí se absorbe y van a la circulación sistémica y cuando las bombas de protones se activan y producen ácido clorhídrico, los IBPs ingresan a su canalículo secretor (21). Los IBPs, químicamente son bases débiles y se concentran en el sitio más ácido de la economía, como es el canalículo de las células parietales del estómago (22). En ese sitio son “protonados” y se convierten en “sulfenamida”, que es la sustancia activa, la cual se liga a residuos de cisteína de la subunidad alfa de la célula parietal (22). Todos los IBP se unen a la cisteína 813 y cada uno se une a una segunda cisteína (Omeprazol a la 882, lansoprazol a la 321, patoprazol a 892, etc) (22,23). Su vida media es cerca de 1 hora, pero la duración de la inhibición del ácido es de aproximadamente 48 horas por su acción irreversible sobre la H+, K+ ATPasa (21). No todas las bombas se activan simultáneamente, la máxima supresión de la secreción ácida se logra después de cinco días (22).
Los IBPs son clasificados como de primera generación (omeprazol, lansoprazol, pantoprazol) los cuales son metabolizados en la enzima CYP2c19 del citocromo P450 y de segunda generación (esomeprazol y rabeprazol), que no son metabolizados en ese sistema enzimático (23). Con base en el polimorfismo genético del CYP2c19, las personas se clasifican como metabolizadores lentos o pobres, intermedios, rápidos y ultrarápidos (23, 25). En los pacientes metabolizadores rápidos, las dosis convencionales de los IBPs de primera y segunda generación pueden ser menos eficaces en la erradicación de H. Pylori (26) y el control de la enfermedad por reflujo gastroesofágico (27). Los IBP de tercera generación son los inhibidores competivos de potasio (P-CABS), como el vonoprazan y el tegoprazan (28-30), los cuales a diferencia de los de primera y segunda generación, no son prodrogas, se unen competitivamente de manera reversible al sitio de unión del potasio en la ATPasa y la máxima inhibición de ácido se logra inmediatamente con la primera dosis (31). Se concentran 100.000 veces más en el espacio canalicular de la célula parietal que en la sangre, en contraste con 1000 veces la concentración de los IBPs de primera y segunda generación (32). Se consideran los IBPs más eficaces desarrollados hasta el momento (33), pero aún no están disponibles en occidente. Vonoprazan se comercializa en Japón, Filipinas, Singapur, Tailandia y Malasia y el Genoprazan en Corea del Sur. Este año, 2020, se iniciarían los primeros estudios en Estados Unidos y en Europa, pero no fue posible por la pandemia de Covid-19.
SEGURIDAD DEL USO DE IBPs A LARGO PLAZO
Desde su introducción en la medicina clínica, en la década de los 80s, los IBPs han sido considerados medicamentos seguros, estimándose que menos de 1-2% de los pacientes presentan náuseas, cefalea, dolor abdominal, o diarrea que obliguen a suspenderlos (34). Sin embargo, en la última década han surgido preocupaciones por la aparición de informes reiterados sobre efectos adversos serios del los IBPs, cuando se administran por largos períodos (34).
Diversas alteraciones fisiopatológicas, han sido destacadas, como causantes o contribuyentes para los diversos efectos indeseables de los IBPs, entre las cuales sobresalen las siguientes (35).
Hipoclorhidria: efecto directo de la supresión ácida, se ha asociado con un mayor riesgo de infecciones (36), fracturas en pacientes con osteoporosis (37), mal absorción de nutrientes y vitaminas con repercusiones hematológicas y neurológicas (38).
Idiosincrática: son efectos secundarios impredecibles. El más relevante es la insuficiencia renal aguda e insuficiencia renal crónica, secundaria a nefritis intersticial (39).
Interacción farmacocinética: Está relacionada con los efectos sobre el citocromo P450 (CYP450) y sus posibles interacciones medicamentosas (40). La combinación más estudiada es el uso concomitante con clopidogrel, ante la posibilidad de interacción con su metabolito activo que genera mayores desenlaces cardiovasculares graves (41) el resultado de extensas investigaciones y robusta evidencia científica ha desestimado dicha asociación con cualquier IBP (42).
Hipergastrinemia: Sus implicaciones están relacionadas con los efectos tróficos de la gastrina provocando la formación de pólipos gástricos (44). Es discutido si pudiera inducir cáncer gástrico o si actúa como un cofactor, que desencadenan cambios premalignos. Esta asociación hasta la fecha no se ha demostrado con rigor científico (45,46). Un tema en particular, que actualmente es foco de investigación es la alteración que generan sobre la microbiota intestinal (47). Un metanálisis que incluyó 26 estudios observacionales, con 29382 pacientes, describe un aumento del 74% (OR 1.74; IC del 95%, 1.40-2.16) en el riesgo de sobrecrecimiento bacteriano, e infección por Enterobacterias y enterococos resistentes a la vancomicina (48).
No obstante que existan mecanismos potenciales que podrían explicar algunos efectos adversos serios de los IBPs, los principales datos sobre los “efectos nocivos” de los IBPs, han sido obtenidos de bases de datos, analizadas con propósitos administrativos y reclamaciones (1,4,8). En ese tipo de información, no es posible identificar factores de confusión escondidos, son estudios retrospectivos, no hay aleatorización y no se pueden comparar los expuestos y no expuestos a los IBPs (1,4,8). Adicionalmente los estudios observacionales frecuentemente disparan falsas alarmas especialmente cuando la fuerza de la asociación es baja (en estudios de casos y controles OR menor a 3 y en estudios de cohorte RR menor a 2) (49). Muchos expertos coinciden en que, hasta el momento para la mayoría de ellos, sólo se ha encontrado asociación, pero no se ha demostrado causalidad (50-54).
La demostración de la causalidad requiere el cumplimiento de diversas circunstancias, muchas de las cuales fueron magistralmente descritas por Sir Bradford Hill hace más de medio siglo (55).
Para sortear las diversas debilidades de los diferentes estudios, hay metanálisis, recientes sobre los efectos adversos más frecuentemente atribuidos a los IBPs. Con respecto a osteoporosis, un reciente metanálisis, no pudo demostrar de manera consistente que los IBPs produzcan pérdida ósea mineral y su conclusión fue que se requieren más estudios (56). En demencia un metanálisis publicado este año, no confirmó que los IBPs están asociados a esta entidad (57). Los informes previos sobre la asociación entre IBPs y esta entidad, probablemente se debe a variables de confusión “escondidas” o no controladas como son enfermedades cardiovasculares o depresión y los medicamentos utilizados para su tratamiento. La máxima jerarquía de la evidencia, son los ensayos clínicos y recientemente se ha publicado el más importante ensayo clínico prospectivo, aleatorizado y multicéntrico, que incluye pacientes de Latinoamérica (23%) que fue diseñado para determinar la asociación y la causalidad entre pantoprazol y los efectos más frecuentemente atribuidos a los IBPs (44). En este ensayo clínico con más de 53000 pacientes y seguimiento de 3 años, pacientes que recibían ribaroxaban o aspirina, se aleatorizaron a pantoprazol versus placebo. No hubo diferencia estadísticamente significativa entre pantoprazol y placebo con respecto a efectos adversos (neumonía, infección por Clostridium difficile, fracturas, atrofia gástrica, enfermedad renal crónica, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, diabetes, enfermedad cardiovascular, demencia, hospitalizaciones y todas las causas de muerte), excepto para infecciones entéricas (1.4% vs 1%), con un OR de 1.33 (IC 95% 1.01-1.75).
En pacientes con insuficiencia renal crónica el omeprazol puede asociarse con progresión de la falla renal, con una HR de 7.34 (IC 95% 3.94-13.71) en quienes los consumen versus quienes no lo hacen (58). Los resultados de este estudio de Brasil, son muy importantes ya que implicarían que en pacientes con insuficiencia renal sería prudente establecer la real necesidad e utilizar IBP y por lo tanto evitar utilizarlos si no hay indicación.
No obstante la mala calidad de la información, tanto en revistas médicas especializadas como en la prensa y televisión, los médicos frecuentemente suspenden o no inician los IBPs incluso en patologías en las cuales son claramente son necesarios. En un reciente estudio se encontró que la mayoría de los médicos Internistas piensan que los IBPs tienen múltiples efectos adversos serios y frecuentemente los suspenden incluso en casos con indicaciones correctas (59). Ante esta situación, realmente alarmante, los expertos consideran que es importante y urgente que los médicos de cuidado primario sean instruidos sobre las indicaciones correctas e incorrectas de los IBPs, así como también enfatizar en que hasta el momento no se ha demostrado que estos medicamentos tengan las consecuencias indeseables, que estudios de mala calidad le han atribuido (60). Por todo lo anterior, es importante enfatizar en la necesidad de gastroprotección para evitar ulceras y sangrado en pacientes con alto riesgo para los mismos (61) tabla 3.
INDICACIONES DE LOS IBPs
Las indicaciones y duración de las prescripciones de los IBPs, tales como períodos cortos, (menor a dos meses), indefinidos y situaciones clínicas en las cuales no están indicados (62,63). Las prescripciones incorrectas representan del 60% de todas las prescripciones de los IBPs (63).
En conclusión, los IBPs son medicamentos esenciales y constituyen el estándar de oro para el manejo de las diferentes patologías “ácido-pépticas”. Los múltiples efectos adversos de los IBPs, no han sido demostrados y hasta el momento solo se han encontrado asociaciones, pero no causalidad. En la inmensa mayoría no se cumplen los criterios de causalidad de Bradford Hill. Es urgente que los médicos tengan conocimiento de las indicaciones correctas de los IBPs, así como también los escenarios clínicos en los cuales no hay indicación para los mismos.
ENFERMEDAD POR REFLUJO GASTROESOFÁGICO
La enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE), es una entidad, crónica y recurrente, que se desarrolla cuando el contenido del estómago se devuelve espontáneamente hacía el esófago, faringe, laringe o pulmones y produce síntomas molestos y/o complicaciones (1,2). Afecta hasta el 25% de la población mundial (3), siendo más frecuente en Estados Unidos (USA) (18-29%) y Europa (9-26%) y menos frecuente en ASIA (2.5.7.8%) (3).
Los síntomas clásicos de la ERGE, son pirosis y regurgitación (4). Se considera que la ERGE está presente cuando esos síntomas se presentan tres o más veces a la semana (3,4). Normalmente existe reflujo gastroesofágico asintomático durante y después de las comidas, el cual contribuye a eliminar patógenos (5). La pirosis es la sensación de quemadura o ardor retro-esternal, que se irradia a la garganta (5). Se le considera el síntoma necesario para el diagnóstico clínico de ERGE (6). La regurgitación es la sensación de movimiento del contenido gástrico hacía la hipo faringe y/o un líquido de sabor amargo en la boca (6,7). La pirosis es el síntoma clínico más importante en la ERGE y es el objetivo primario del tratamiento en los ensayos clínicos y en la práctica diaria (8). El alivio de la regurgitación no es considerado un objetivo primario, en la mayoría de las investigaciones sobre ERGE (9). Ambos síntomas pueden coexistir en la ERGE, aunque su mecanismo de producción y su respuesta al tratamiento son diferentes. La regurgitación responde menos a la terapia supresora de ácido (6). En la pirosis la inhibición de la secreción de ácido tiene una ganancia terapéutica de 42% versus 17% en la regurgitación (6). El efecto placebo en la pirosis es 17% y en la regurgitación 42% (6). La regurgitación puede persistir en 13-25% de los pacientes en quienes la pirosis se controla con la supresión de ácido (6). Estos síntomas alteran notablemente la calidad de vida del paciente, aunque la pirosis tiene mayor impacto sobre la misma (10). La pirosis y la regurgitación no son sinónimos de ERGE, ya que también pueden ser producidas por otras entidades (11).
Existe la posibilidad de que la ERGE tenga manifestaciones extra-esofágicas (12,13). Sin embargo, no hay evidencia definitiva sobre las mismas y para la mayoría solo existe asociación y no causalidad demostrada (12,13).
Existe controversia sobre la historia natural de la ERGE y si cada fenotipo permanece de esa manera y se han propuesto dos modelos hipotéticos sobre el curso de la misma (14). Una hipótesis considera que la ERGE es un “espectro continuo” que se inicia como NERD y con el tiempo, aparece el compromiso progresivo de la mucosa esofágica incluyendo esófago de Barrett y otras complicaciones como úlceras y estenosis esofágica (15,16).
Este modelo sugiere que la ERGE independientemente de su presentación clínica y endoscópica, tiene fisiopatología similar. Sin embargo, actualmente se considera que la ERGE es una entidad compleja en cuya fisiopatología intervienen diversos factores, con grado variable de importancia (17).
El otro modelo hipotético, se considera que la ERGE tiene tres fenotipos: enfermedad no erosiva (“NERD”, Non Erosive Reflux Disease), enfermedad erosiva y esófago de Barrett (EB) (14,17,18), los cuales cambian muy poco en el tiempo.
Varios expertos consideran que lo más probable es que la ERGE tenga este último comportamiento, ya que, en la primera endoscopia, estos tres patrones son identificados y cuando un paciente con enfermedad erosiva suspende el tratamiento y tiene recaída, lo hace con erosiones y no con NERD, además el EB no se devuelve y en la practica el NERD no progresa a erosiones (14,17,18).
En la ERGE participan diversos mecanismos sucesivos que involucran el esfínter esofágico inferior (EEI), el cuerpo del esófago y el sistema nervioso central (19-21), así como también, los mecanismos de defensas del esófago y el microbioma esofágico (21).
Diagnóstico. El diagnóstico presuntivo de la ERGE se basa fundamentalmente en los síntomas típicos (pirosis y regurgitación). Las guías internacionales recomiendan, que en pacientes con síntomas típicos y sin síntomas de alarma, se deberían iniciar IBP empíricamente (23). En cambio, cuando hay síntomas o signos de alarma, se debe realizar endoscopia de manera inmediata (23). Los síntomas de alarma incluyen disfagia, perdida de peso, sangrado, anemia, vómito recurrente y pérdida de peso. Si el paciente mejora, lo más probable es que el paciente tenga ERGE (24). Con base en las recientes recomendaciones, el diagnóstico definitivo de ERGE se establece cuando hay pirosis y la endoscopia demuestra esofagitis grado C o D de los ángeles, hay estenosis o esófago de Barrett mayor a 1 cm o cuando se identifica el reflujo gastroesofágico mediante impedaciometría-pH-metria (25). Con base en lo anterior y teniendo en cuenta que en nuestro continente es muy frecuente el cáncer gástrico y adicionalmente que la endoscopia digestiva alta es mucho menos costosa que en USA y que en Europa, consideramos que todo paciente adulto con síntomas de ERGE debe ser sometido a endoscopia alta ya que permitiría hacer el diagnóstico de acuerdo con la definición del consenso de Lyon (25). El 70% de los pacientes con ERGE tienen NERD y el 30% tiene compromiso esofágico (18). Las características de la endoscopia en una paciente con reflujo son muy importantes ya que cuando un paciente con pirosis no mejora con dos dosis de IBP y la endoscopia es normal, lo más probable es que tenga superpuesto un trastorno funcional como la “hipersensibilidad al reflujo normal” o “pirosis funcional” (26-28)
Tanto el NERD como la ERGE con compromiso esofágico tienen superpuesto trastorno funcionales y este concepto tiene impacto en el manejo de estos pacientes en la práctica diaria.
TRATAMIENTO
El tratamiento de los pacientes con ERGE, debe ser personalizado (ya que existen múltiples factores que determinan el comportamiento de la entidad en cada paciente (29). Los factores más importantes que modifican la expresión de la ERGE y permiten elegir el manejo son los siguientes: síntoma predominante, y respuesta o no a los IBPs, hallazgos endoscópicos (esofagitis, esófago de Barrett, hernia hiatal), pruebas ambulatorias de monitoreo de pH esofágico y función esofágica. No obstante, la importancia de los factores antes mencionados para caracterizar cada paciente y decidir el mejor tratamiento, consideramos que, en cuidado primario, los pacientes pueden tener un manejo inicial general y según la respuesta al tratamiento, se optaría por remitir a un gastroenterólogo experto en ERGE. A continuación, resumimos lo que consideramos podría ser el enfoque y manejo de un paciente con ERGE en el cuidado primario.
Medidas generales. Las únicas medidas generales que han demostrado eficacia son las siguientes: bajar de peso si el índice de masa corporal es mayor a 25, dejar de fumar y no acostarse hasta que hayan transcurrido dos a tres horas después de comer (30). Otras “modificaciones del estilo de vida”, se basan en estudios observacionales con múltiples sesgos, de mala calidad y la “tradición oral” (31) y por lo tanto se necesitan estudios de buena calidad (30,31).
Medicamentos. El “gold standard” es la inhibición de la secreción de ácido con IBPs de primera o segunda generación en ayunas. Desde el primer momento es absolutamente importante que el paciente disminuya de peso si tiene IMC superior a 25, debe dejar de fumar, corregir el estrés. Si el paciente no mejora con una dosis de IBP administrada media hora antes del desayuno, se puede administrar una segunda dosis antes de la cena durante 8 semanas. Diversos estudios han demostrado que cuando un paciente con síntomas de ERGE toma IBP dos veces al día y continúa con pirosis, 75 (28) a 90% (32), tienen un trastorno funcional superpuesto y una opción sería adicional empíricamente al IBP un neuromodulador visceral o solicitar impedanciometria-pHmetria esofágica para documentar el trastorno funcional y desprescribir el IBP (34). En esos pacientes el tratamiento sería con neuromoduladores viscerales (26,35). Cuando un paciente es refractario a IBP (dos dosis al día en ayunas y antes de cena) no mejora, el, primer paso es identificar si la endoscopia es normal (18). Si el esófago es normal, el 50% de estos pacientes tiene “NERD” (ERGE verdadera con esófago normal) y la otra mitad un trastorno funcional, de los cuales 60% es pirosis funcional y 40% hipersensibilidad al reflujo (18).
Ante un paciente refractario con ERGE refractario, consideramos que es importante tener en cuenta las patologías que simulan ERGE, mostradas en la tabla 1. Teniendo en cuenta el alto costo de impedanciometria-pH-metria, la evidencia de la superposición de un trastorno funcional, consideramos que optimizando el tratamiento se puede lograr la mejoría en casi el 90% de los pacientes. Nuestra propuesta se muestra en la figura 3 y se basa en una investigación reciente de nuestro grupo (36).
En pacientes refractarios, recientemente se demostró que una forma especial de colesevelam (un quelante de ácidos biliares), mejoró significativamente la pirosis y la regurgitación (37). En este ensayo clínico, se incluyeron 280 pacientes los cuales se aleatorizaron al quelante de ácidos biliares y a placebo
Tratamiento quirúrgico. Está indicado cundo un paciente responde adecuadamente al tratamiento con IBPs pero no desea continuar tomando medicamentos o presenta alergias o efectos adversos indeseables al IBP. Otra importante indicación, es la existencia de hernia hiatal grande.
CONCLUSIÓN
La ERGE es una entidad multifactorial, que en realidad es una “familia de síndromes”, cuyas manifestaciones están influidas por el contenido gástrico que espontáneamente se devuelve al estómago debido a incompetencia del esfínter esofágico inferior, especialmente relajaciones espontáneas transitorias, empeoradas por la presencia de hernia hiatal (38). Es una entidad crónica recurrente, que altera notablemente la calidad de vida y cuyo tratamiento debe ser personalizado, siendo los pilares del mismo la inhibición del ácido gástrico con IBPs y en casos seleccionados la cirugía (38).
HELICOBACTER PYLORI EN CUIDADO PRIMARIO EN 2021
INTRODUCCIÓN
Helicobacter pylori (H. Pylori), es una bacteria Gram negativa, micro-aerofílica, cultivada por primera vez por Warren y Marshall en 1983 (1). Se considera que es la infección bacteriana crónica más frecuente en el mundo (2). Está presente en el 60% de la población mundial, con mayor prevalencia en África (79.1%), América Latina y el Caribe (63.4%) y Asia (54.7%) y menos frecuente en Suiza (19%) (2). Posterior al 2000, la prevalencia ha disminuido en Europa (48.8% vs 39.8%) y en Norte América (42.7% vs 26.6%) (18). Recientemente se ha documentado que, en América Latina, la prevalencia es 57.7% en niños, 48.3% en adolescentes y 69% en adultos (3).
H. Pylori sólo infecta el epitelio gástrico, produciendo gastritis crónica en todos los infectados (4,5). Desde el consenso de Kioto, la gastritis asociada a H. Pylori, se considera una enfermedad infecciosa (4,5). Una vez establecida la infección, sólo desaparece cuando se erradica con antibióticos o cuando se produce atrofia o metaplasia extensas, las cuales impiden la viabilidad de H. Pylori (4,5). En la inmensa mayoría los infectados (85%), la infección por H. Pylori, es asintomática y sólo en el 10-15% restante puede aparecer una enfermedad clínica (6).
Las consecuencias finales de la infección dependen de múltiples factores tales como las características genéticas del huésped, su estilo de vida (sal, no frutas, no verduras), la microbiota y el tipo de
H. Pylori infectante (4,5, 7,8). No es posible identificar los individuos que tendrán enfermedades por H. Pylori, por lo cual, se recomienda que todos los adultos infectados deben recibir terapia de erradicación independiente de la presencia o no de síntomas (4,5,9). En los niños se recomienda tratarlo en situaciones específicas, cuando existan entidades clínicas producida por la infección (10). La gastritis que sólo afecta al antro gástrico está relacionada con ulceras duodenales y la que afecta tanto el antro como el cuerpo, se asocia con ulceras gástricas y cáncer gástrico (11).
H. Pylori es la principal causa de cáncer gástrico, siendo responsable del 90% de los mismos (12). El 10% restantes de los CG son secundarios a virus de Epstein Barr y a otras causas menos frecuentes que incluyen los cánceres hereditarios (12). En 1994 y 2009, la Organización Mundial de la salud (OMS), ha declarado a H. Pylori como un carcinógeno definido o tipo 1 (13). Comparativamente, a nivel mundial, H. Pylori produce más cánceres gástricos que los hepatocarcinomas producidos por el virus de la Hepatitis B y el virus de la hepatitis C juntos (14).
IMPACTO DE LA ERRADICACIÓN DE H. PYLORI
De manera consistente se ha demostrado que erradicar H. Pylori, cura diversas entidades (15) y disminuye el riesgo de CG (4, 5, 8, 9,16).
En un trabajo reciente realizado en islas Matsu de Taiwán (17), se demostró que la erradicación masiva H. Pylori, disminuyó en 53% la incidencia de CG y en 23% la mortalidad. Entre más temprano se erradique H. Pylori, es mayor la disminución del riesgo de CG (18,19). Cuando no hay atrofia ni metaplasia (gastritis leve), la erradicación de H. Pylori previene el CG en 75% versus 35% si hay gastritis avanzada (18,19). En el más reciente metanálisis de Cochrane que incluyó seis ensayos clínicos controlados de Asia y uno de Colombia, se encontró que globalmente la erradicación previene el 46% de los CG (20). En un reciente estudio Americano, en el Hospital de Veteranos, se demostró que la erradicación de H. Pylori disminuyó la incidencia de CG en 76% cuando los individuos fueron correctamente tratados y la erradicación de la infección adecuada verificada (21).
TRATAMIENTO
Existe acuerdo universal de erradicar H. Pylori en todos los pacientes infectados (4, 5, 8, 9, 12,16). Sin embargo, por la alta resistencia de H. Pylori a los antibióticos, frecuentemente se necesitan más de un solo tratamiento (5,22,24-27). La frecuente y alta resistencia de H. Pylori a los antimicrobianos, es la consecuencia del uso indiscriminado de los mismos tanto en humanos (5,15) como en veterinaria (28). Otros factores son la utilización de esquemas de erradicación sub óptimos y el incumplimiento de los pacientes.
ANTIBIÓTICOS
Par erradicar H. Pylori, el arsenal de antibióticos, es relativamente pequeño.
Los diferentes esquemas son combinaciones con dosis variables de los antibióticos mencionados, asociados a altas dosis de inhibidores de la bomba de protones (IBP) (15, 22-27).
NECESIDAD DE LA MÁXIMA INHIBICIÓN DE LA SECRECIÓN DE ÁCIDO
H. Pylori se replica cuando el pH está entre 6-7 (neutro) y no lo hace a pH ácido (15, 5,24), en el cual, se puede convertir en formas cocoides resistentes a antibióticos (29). Estos hallazgos fundamentan la recomendación de aumentar el pH gástrico utilizando dosis altas de IBPs (15, 29, 34).
En un metanálisis se encontró que, en terapias triples, las dosis altas son más eficaces que dosis usuales (82% vs 74% p = 0.03) (35). En Italia, se ha demostrado que terapias triples con 40 mg de esomeprazol, son más eficaces que las mismas terapias con 20 mg de (36) (81.9% vs 73.9%). Diversas publicaciones respaldan que, a mayor inhibición de la secreción de ácido, más eficacia de las diferentes terapias (29, 34, 37).
Los IBPs se metabolizan en grado variable por el sistema enzimático hepático CYP2c19 (38). Con base en la velocidad de inactivación, hay “metabolizadores lentos” y “metabolizadores rápidos” del IBP (38). Los primeros inactivan lentamente el IBP, con lo cual se logra una profunda inhibición de ácido, en contraste los “metabolizadores rápidos” que inactivan rápidamente los IBPs, tienen limitada inhibición del ácido (38, 39). El metabolismo rápido y ultra-rápido de los IBPs, pueden influir en el fracaso del tratamiento, por lo cual, en tales casos, se necesita aumentar la dosis de los IBPs que se metabolizan en ese sistema enzimático son los IBPs de primera generación (Omeprazol, pantoprazol, lansoprazol) (40). Los de segunda generación (rabeprazol, esomeprazol) no son influidos por ese sistema enzimático (41). En Colombia más del 75% de la población son metabolizadores rápidos y ultra-rápidos (41).
El más reciente y más potente IBP es el vonoprazan, un IBP de tercera generación que bloquea la unión del potasio (K) a la ATPasa H-K (bomba de protones), por lo cual se le denomina P-CAB (Potassium–Competitive Acid Blocker) (42). Vonoprazan es superior a los IBPs de primera generación en diferentes terapias de erradicación de H. Pylori (43,44). Este medicamento está disponible en Japón desde el 2014, pero todavía no se ha comercializado en occidente. Se esperaba que este año (2020), se iniciaran los primeros ensayos clínicos en USA y Europa, pero al parecer fueron suspendidos por la pandemia COVID-19.
IMPORTANCIA DE LAS SALES DE BISMUTO
El bismuto, aumenta la eficacia de diferentes terapias (45,46). Se desconoce el mecanismo sinérgico con los otros antibióticos, aunque se ha encontrado que el subcitrato de bismuto coloidal bloquea el ingreso de protones al citoplasma de H. Pylori, aumentándose su pH interior, estimulando una mayor replicación y haciéndolo más vulnerable a los antibióticos (47). La adición de bismuto a las terapias con claritromicina o levofloxacina, aumenta la eficacia en 30 a 40%, en tratamientos de 14 días (48-51), como ha sido demostrado en China y Europa (52-54). En España (51), se demostró que la adición de bismuto dos veces al día, a la terapia triple con levofloxacina, se logra eficacia de 91%(IC 95%87-95%).
ESQUEMAS DE ERRADICACIÓN
Existen diferentes terapias de erradicación, dependiendo del número de medicamentos y la forma en que se administran y se combinan. Con base en lo anterior, hay cuádruples, híbridas, triples con rifabutina y terapia dual.
TERAPIAS DE PRIMERA, SEGUNDA Y TERCERA LÍNEA
Las terapias se clasifican como de primera línea (inicial), de segunda línea y de tercera línea, de acuerdo al momento de su administración (5, 22-25). Terapias de salvamento son las terapias utilizadas después de tres tratamientos fallidos.
Idealmente el primer tratamiento debería basarse en pruebas de susceptibilidad (5,15, 22-25). Sin embargo, en mundo real, no es fácil disponer de esas pruebas, (por cultivo o moleculares) y por ello lo usual, es que se utilicen esquemas elegidos empíricamente (5,22-25) los cuales pueden tener eficacia similar a los elegidos con base en pruebas de susceptibilidad (90% con ambas terapias) (55). Aunque las guías internacionales, recomiendan que cuando hay fracasos de terapias previas, las terapias posteriores, deberían guiarse por pruebas de susceptibilidad. Un estudio reciente encontró que una terapia cuádruple durante 14 días, con amoxicilina 1 gr tres veces al día más bismuto 220 mg dos veces al día más IBP dos veces al día tuvo eficacia de 95%, que fue estadísticamente similar a 93% de otras terapias basadas en cultivo (56).
Cuando la resistencia a claritromicina es menor a 15% y a metronidazol menor a 40%, estos dos antibióticos, podrían utilizarse en terapias empíricas triples durante 14 días, combinándolos con amoxicilina e IBP (5, 15,22-25). En Latinoamérica en general, hay resistencias superiores a seis umbrales y por lo tanto no es un continente para utilizar ese antibióticos en terapias de primera línea. Lo mismo sucede con levofloxacina (15). El antecedente de consumo de tetraciclina o amoxicilina, no impide volverlas a utilizar ya que H. Pylori, no hace resistencia secundaria a esos antibióticos (5, 22-26,57), como sí sucede con claritromicina y con levofloxacina.
En Latinoamérica, la alta resistencia a claritromicina, levofloxacina y metronidazol impide utilizarlos en terapias triples de primera línea (15). Por lo anterior, consideramos que los esquemas de primera línea para nuestro continente serían las terapias cuádruples o híbridas o terapia dual (58,59) ya mencionadas. La terapia dual, como primera línea, tiene eficacia similar a las terapias cuádruples, y con menos efectos adversos (58,59). Esta terapia dual, también es eficaz como terapia de rescate (59).
Terapias de segunda y tercera línea. Estas podrían ser cualquiera de las mencionadas, que no se haya utilizado en la terapia de primera vez y la de tercera línea, pueden elegirse de manera similar.
Terapias de rescate o salvamento. Estas son muy pocas e incluyen cuádruples con furazolidona, cuádruples o triples con rifabutina (24) y terapia dual (15,59).
PACIENTES ALÉRGICOS A PENICILINA
En pacientes alérgicos a la penicilina, se recomienda terapia cuádruple con bismuto (IBP, Metronidazol, Tetraciclina, bismuto) (5,22-25). Si la resistencia a claritromicina es baja (<15%), se podría utilizar triple terapia, asociado a metronidazol e IBP por 14 días (5, 60). En Japón, un esquema de siete días con claritromicina 200 mg 2v/día más vonoprazan 20 mg 2v/día más metronidazol 200 mg 2v/día tuvo eficacia por 92.9% (ITT) y 92.9% (PP) versus 46.2% y 54.6% respectivamente, cuando se utilizó un IBP convencional (61).
PROBIÓTICOS
Existe controversia sobre la utilidad de estos adyuvantes. Lactobacillus reuteri, es el probiótico más ampliamente estudiado y combinado con IBP erradicó H. Pylori en 12.5% de los pacientes versus 4.1% de placebo más IBP (62). En terapias triples se ha ratificados que este probiótico aumenta la eficacia 10% (80% vs 70% en los controles sin el probiótico) (63) y 78% vs 68% (64). En ninguno de esos estudios se logró la eficacia exigida de 90-95%. En terapias cuádruples, los probióticos no han demostrado que aumenten la eficacia (97% vs 95%, p=0.4), como tampoco el cumplimiento del tratamiento (65,66)
Expertos consideran que los probióticos aumentan los costos del tratamiento, sin aumentar la eficacia cuando el esquema ya tiene excelentes tasas de erradicación como sucede con las terapias cuádruples (67).
VERIFICACIÓN DE LA ERRADICACIÓN DE H. PYLORI
La erradicación debe comprobarse después de cuatro semanas de terminar el tratamiento (5,22-25). Los métodos recomendados son test respiratorio de urea (Urea Breath test o UBT) o los antígenos fecales con anticuerpos monoclonales (5), los cuales identifican infección activa. Para cualquiera de los dos, es necesario que el paciente suspenda el IBP dos semanas antes y los antibióticos, cuatro semanas antes de hacerlos (2-5). Los antiácidos y anti H2, no es necesario suspenderlos (9). Las pruebas serológicas no se recomiendan porque no identifican infección activa y pueden permanecer positivas muchos meses e incluso años, después de la erradicación de H. Pylori (5). La endoscopia solo se recomienda cuando es necesaria para seguimiento de la patología inicial, como por ejemplo cáncer gástrico temprano tratado endoscópicamente, linfoma MALT gástrico o úlcera gástrica (15).
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